Ayudar aprendiendo
El ser humano tiene la capacidad de aprender a través de la experiencia de otra persona. Es decir, no es necesario que todos cometamos los mismos errores para aprender de un acontecimiento. Con que una persona lo haga y adquiera experiencia, luego a través de nuestra comunicación, se puede transmitir esa experiencia y ese saber.
Cuando empezamos este proyecto que hoy tiene como nombre Río Suena planificamos muchas actividades para hacer y tener en cuenta. Hoy lo seguimos haciendo. Una de las cosas que pensamos como fundamentales para la fundación era que los voluntarios,en su mayoría, fueran estudiantes universitarios. Esto lo pensamos por varias razones, porque los jóvenes tienen mejor adaptación al cambio, porque al ser universitarios tienen una formación que mejoraría las actividades y la más importante, para que la fundación sirva a que los nuevos profesionales tengan o puedan tener una formación más completa desde la solidaridad, desde la ayuda al prójimo y desde conocer otras realidades.
Con el tiempo de cumplir con las actividades, de ir sábado tras sábado a una villa de emergencia o villa miseria o como lo quieran llamar, me fui dando cuenta que, más que completar nuestra formación como universitarios, había que aprender a ayudar. Y para aprender a ayudar hacen falta varias cosas.
Puntualmente voy a hablar de dos cosas que, creo, son las más importantes. La primera, es aprender cuáles son las verdaderas necesidades de las personas a las que queremos ayudar y, como en todo proceso de aprendizaje, en segundo lugar es necesaria una buena dosis de humildad en lo que se emprenda.
Para aprender a ayudar hacen falta estas dos cosas porque reconocer “verdaderamente lo que otra persona necesita” es lo contrario a “lo que nosotros pensamos que otra persona necesita”. Y hace falta humildad porque siempre es necesario saber retroceder en las decisiones y admitir que uno se ha equivocado. Y más humildad hace falta aún para corregir lo que uno ha empezado. Por esto, muchas veces empezamos proyectos y es inevitable que sean fracasos o generen desilusiones en las personas que los llevan adelante. Desilusiones del tipo: “esa gente... son unos desagradecidos”. Por eso, hace falta humildad para saber que nuestras pretensiones o nuestro proyecto, por más esfuerzo que hayamos puesto en él, puede estar equivocadamente planteado y necesita ser corregido.
Sin el consentimiento del beneficiado es muy difícil que podamos determinar correctamente lo que se necesita. No se puede ayudar a “alguien” en “algo” que no quiera se ayudado y menos en algo que no necesita. A su vez, para buscar este consentimiento es fundamental un verdadero acercamiento a la persona. Un sincero acercamiento, sin segundas intenciones. Y sacrificio, o por lo menos estar dispuesto a hacer lo que otra persona necesita. Eso es realmente ayudar. Ayudar es en esta forma entregarse a la necesidad del otro.
Lo importante no es “ayudar aprendiendo”, completar la formación profesional con actividades de solidaridad, sino que lo importante es aprender a ayudar.
Yo espero alguna vez poder lograrlo.
Franco Suau
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